Esta ideología ha sido denominada por mí como Prosperidad Social. En ella he coincidido con mi buen amigo Tony Blair, con la intención de lograr para los colombianos un mayor bienestar en todos los aspectos. Para lograrlo he buscado una indispensable alianza con el sector privado.
Hace quince años, en 1999, se publicó en Colombia un libro denominado La Tercera Vía, que contenía dos ensayos de personas que estaban en las dos orillas del Atlántico.Uno de esos ensayos, denominado “Nuevas políticas para el nuevo siglo”, lo firmaba el entonces primer ministro del Reino Unido, Tony Blair. El otro, llamado “Una alternativa para Colombia”, que había sido escrito por este servidor.
Yo me precio de ser compañero de ideas del ex primer ministro Tony Blair y me precio más aún de poder llamarlo mi amigo, y no sólo amigo mío sino amigo de Colombia, como los son todos los exmandatarios presentes.
La historia reconoce que el primer ministro Blair —que estuvo en el Gobierno entre 1997 y el 2007— que lideró a su país, la Gran Bretaña, hacia momento de prosperidad nunca antes visto, mejoró sustancialmente uno de los temas que hoy es un desafío para prácticamente todos los países, su sistema de salud, incrementó el nivel de vida de la población como nunca antes se había visto y logró, además, niveles cercanos a lo que se considera, el pleno empleo.Con él coincidimos en la necesidad de poner en práctica esa Tercera Vía de la que había hablado originalmente el Anthony Giddens, que fue director de la Universidad a la que yo pertenecí, London School of Economics and Political Science. La gente se pregunta ¿Y qué es, en suma, la Tercera Vía?
Siga leyendo aquí.
Eso podría decirse que es una concepción sobre el papel del Estado en la sociedad que toma lo mejor y busca un camino intermedio —un camino pragmático— entre las dos corrientes que lideraron el mundo en el siglo XX:
La de un liberalismo clásico —luego reeditado como neoliberalismo— que propendía por una libertad económica y del individuo en un sistema basado en la propiedad privada.
Y por el otro lado estaba el estatismo o intervencionismo, que defiende la propiedad y el control de los medios de producción por parte del Estado, y la preponderancia de los derechos colectivos sobre los particulares.
La Tercera Vía no considera al Estado y al sector privado como actores antagónicos, sino que los ve como aliados ideales que pueden ayudarse mutuamente para lograr una meta final, a la que desde entonces yo llamaba la Prosperidad Social.
La Tercera Vía es esencialmente pragmática pero esto no significa que carezca de principios.
Por el contrario, tal como lo planteó en su escrito Tony Blair, hay cuatro valores esenciales que son esenciales a esa tercera vía y que le fijan su norte, un tema que está hoy nuevamente muy de moda: el reparto equitativo de la riqueza. Segundo, es la igualdad de oportunidades que ha sido como una constante en muchos de los modelos y los sistemas que se han discutido a través de la historia, está el principio de la responsabilidad y esta el principio de la solidaridad. Esos son los cuatro principios que anclan a la Tercera Vía.
Y hoy tenemos el privilegio que nos acompañan, cuatro líderes mundiales que representan —si no necesariamente en la teoría, sí en la práctica— esa Tercera Vía de moderación y buena gestión que algunos han resumido en una frase sencilla y poderosa:
“El mercado hasta donde sea posible; el Estado hasta donde sea necesario”.
Los expresidentes Bill Clinton, Felipe González, Ricardo Lagos y Fernando Henrique Cardoso también comprendieron —cada cual en su propio contexto, en su propia circunstancia— que proteger al capital y a la inversión, para generar empleo y riqueza, no riñe necesariamente con tener un Estado capaz de promover los derechos, los derechos fundamentales de la gente, los derechos de los trabajadores y algo que también es muy importante la inclusión social.
Porque la Tercera Vía es también encontrar un sano equilibrio entre el capital y el trabajo, para que funcionen unidos, para que generen sinergias en lugar de estar enfrentados.
Lo interesante de los invitados que hoy tenemos el privilegio de acompañarnos es que cada uno lideró su respectivo país con un gran acierto y podría decirse que cada uno generó una prosperidad en su respectivo país sin precedentes. Fueron unos mandatarios totalmente exitosos.
Ahora que el planeta entero sigue con emoción las últimas dos semanas del Mundial de Fútbol, como Julio Sánchez nos lo acaba de recordar —y se apresta, presidente Cardoso, para el gran duelo el viernes entre Brasil y Colombia sea un duelo muy importante— podemos decir que aquí, en Cartagena, también tenemos el privilegio de tener a los verdaderos campeones del Buen Gobierno, ¡a la selección ideal! Así como en el fútbol traen los mejores jugadores de cada equipo, aquí tenemos los mejores jugadores de los exmandatarios del mundo.
El presidente Clinton —entre 1992 y 2000— llevó a los Estados Unidos por un sendero de prosperidad y paz como pocas veces se ha visto.
Con medidas audaces —como la reducción de impuestos— logró una importante reactivación que llevó la economía estadounidense de la recesión de 1991 a un incremento positivo cercano al 5 por ciento a fines de la década, y que condujo las finanzas públicas del déficit al superávit.
El crecimiento continuo de la economía por casi diez años ha sido el periodo más largo de expansión económica en la historia de los Estados Unidos, y es conocido como el “boom de los noventa”.
El presidente Felipe González, por su parte, entre 1982 y 1996 —¡13 años y medio dirigiendo el gobierno español!— desarrolló una política económica audaz, efectiva y combinada con reformas sociales que llevó a España por el camino de la modernidad y el crecimiento.
Hay que destacar la forma en que España se volvió un modelo en desarrollo de infraestructura, no solamente en vías, en comunicaciones también construyendo grandes autopistas y trenes de alta velocidad que cambiaron para siempre su futuro.
Me acuerdo perfectamente cuando fui a España a la Feria de Sevilla, usé por primera vez el tren Bala en Madrid a Sevilla.
El presidente González también tuvo la visión de incorporar a España a la Unión Europea, darle dimensión a sus relaciones —no solamente de España, de toda América Latina— y también hizo algo muy importante que fue la modernización de las Fuerzas Armadas en España.
El presidente Lagos —estuvo a la cabeza de Chile entre el 2000 y el 2006— representó la consolidación de un proyecto político progresista, llamada la Concertación, y generó —al igual que sus colegas aquí presentes— un periodo de crecimiento económico, de modernización, de apertura al libre comercio, de avance en infraestructura y de impresionantes logros sociales.
Recuerdo, por ejemplo, el énfasis del presidente Lagos en la educación —como en su momento lo hizo Tony Blair, que hoy deja ver sus frutos en una juventud chilena proactiva, preparada, mejor preparada— o su programa Chile Solidario para dar protección social a las familias en extrema pobreza.
El presidente Fernando Henrique Cardoso, por su lado —al frente del Brasil por ocho años, entre 1995 y el 2002—, cosechó en su presidencia los logros económicos que había comenzado a sembrar como ministro de Hacienda, cuando hizo un transformación muy audaz importantísima, histórica creando el Plan Real.
En su mandato estabilizó la economía brasileña, y logró algo casi inconcebible: bajar una inflación que venía de una diferenciación y que en el año 1995 superaba el 22 por ciento y en menos del 2 por ciento en solo tres años.
El buen momento de la economía brasileña se tradujo, además, en el aumento del consumo interno que le dio una dinámica especial a esa economía y en un descubrimiento del gran mercado brasileño por los inversionistas del mundo.
Así que —como pueden ver— no exagero:
Aquí están presentes los mandatarios que hicieron prósperos y mucho más equitativos a sus países, y que los lideraron en la dirección correcta.
Y me siento muy contento de poder decir que en Colombia, en estos últimos cuatro años, también hemos aplicado también con éxito los preceptos de la Tercera Vía.
Inspirado en ellos, acuñé otro concepto, a cuyo perfeccionamiento y aplicación he dedicado toda mi vida pública: EL BUEN GOBIERNO.
Todos los gobiernos llegan al poder cargados de buenas intenciones y construyen ambiciosos planes de desarrollo, pero las intenciones y los planes se quedan en el papel si no se acompañan de una gestión eficaz, es decir, de Buen Gobierno.
He resumido el Buen Gobierno en cuatro principios, que estamos poniendo en práctica en el país: Eficacia, eficiencia, transparencia y rendición de cuentas.
Y el buen gobierno se potencia aún más si se implementa en un entorno de UNIDAD en torno a los grandes propósitos sociales.
Colombia —gracias a lo que hemos avanzado en estos años— está lista para despegar hacia nuevos horizontes, para soñar con convertirse en un país desarrollado, para hacer parte de las grandes instancias internacionales de decisión, y para formar parte —por ejemplo— de la OCDE, ese grupo de países que promueven las mejores prácticas económicas y de gobierno.
He presidido un gobierno reformador porque es con reformas y no con revoluciones —y ustedes son el mejor ejemplo— como se logran, paso a paso, los mejores y más duraderos resultados.
Resultados que, en el caso colombiano, están a la vista:
Hoy tenemos una inflación por debajo del 3 por ciento y una economía que creció el año pasado 4.7 y este primer trimestre el 6,4 por ciento —convirtiendo a Colombia, en el segundo país después de China de todo el mundo en materia de crecimiento económico—.
En los últimos cuatro años la tasa de desempleo ha bajado todos los meses mes tras mes y hemos creado 2 y medio millones de puestos de trabajo, la mayoría formal, lo que nos pone a la vanguardia no solo de la región sino del mundo en creación de empleo.
Hoy Colombia recibe niveles récord de inversión extranjera, y la semana pasada se conoció que la inversión total de Colombia en el primer trimestre de este año superó el 30 por ciento como proporción del producto interno bruto, es algo que nosotros nunca habíamos visto.
Pero no basta con crecer —lo sabemos bien— si los beneficios no llegan a la gente Por fortuna, eso no estamos tratando de hacer en Colombia, que los beneficios le llegue a la gente.
En estos últimos años, por primera vez, desde que se llevan las estadísticas la economía crece y al mismo tiempo la desigualdad comienza a decrece, es decir, se trata de un crecimiento social, un crecimiento con equidad, que es el único realmente sostenible.
Desde el año 2010 han superado la pobreza 2 millones y medio de compatriotas, y cada vez son más los colombianos que ingresan a una clase media grande y fortalecida.
La Tercera Vía, entonces —aplicada aquí en Colombia—, nos ha permitido tener un modelo económico no solo exitoso sino también que algo hoy en el día en el mundo debemos buscar, más equitativo.
Y ahora piensen en esto: todo lo hemos logrado a pesar de un conflicto interno armado que nos ha afectado por más de medio siglo.
¡Imagínense cuánto más vamos a poder lograr si sacamos ese obstáculo del camino!
La paz es el valor supremo, la máxima aspiración de una sociedad, y por eso nos hemos comprometido a buscarla: porque con paz podemos llevar la Tercera Vía en Colombia a su máximo potencial.
Como ustedes saben, adelantamos desde fines del 2012 un proceso serio y discreto de negociaciones con la guerrilla de las FARC que ha alcanzado acuerdos concretos sobre temas como desarrollo rural, participación política y —algo que nadie antes hubiera soñado— la solución al problema de las drogas ilícitas.
Recuerdo cuando estuvo aquí el presidente Clinton lanzando el Plan Colombia, que era precisamente un plan para ayudarnos a combatir primordialmente el narcotráfico —y que hoy estemos hablando que las FARC— acordaron con el Estado colombiano luchar juntos para erradicar el narcotráfico del país es un progreso realmente impresionante.
Y hablando de unidad, este propósito de la paz requiere la unidad del país. Un propósito superior siempre requiere la unidad de una sociedad de un país.
En estas elecciones el país se polarizó, se dividió, ganamos los que estábamos proponiendo por una paz, pero yo creo que los que no votaron a favor de esta propuesta no es que estuvieran en contra de la paz, yo creo que están a favor de la paz.
Y están a favor de la paz, y en eso quiero hacer énfasis, la misma paz a la que mi opositor estaba tratando de buscar, porque a lo último lo escuchamos muy claramente.
Él decía que quería una paz justa —eso es lo que nosotros queremos—, que quería una paz sin impunidad eso es lo que nosotros queremos y estamos buscando, los derechos de las víctimas es lo que garantiza una paz sin impunidad. Y también queremos una paz posible.
Y yo reitero lo que dije el día de las elecciones: quiero invitar a todos los estamentos políticos del país, incluyendo al Centro Democrático, a su nuevo presidente el doctor Oscar Iván Zuluaga, a que hagamos causa común en la búsqueda de esa paz porque la tenemos por primera vez al alcance de la mano, por primera vez es una verdadera oportunidad y si todos juntos como país, aunque sea sobre ese valor superior nos unimos, vamos a poder lograrlo.
La comunidad internacional ha rodeado y apoyado este proceso, y los colombianos ratificaron en las urnas —con mi elección para un segundo periodo— su voluntad de continuarlo y llevarlo a su fin.
En esta “selección mundial” de estadistas todos nos pueden ayudar con sus luces y con su experiencia a orientar nuestro proceso de paz, y a eso dedicaremos parte de este día.
Por ejemplo, tenemos al ex primer ministro Tony Blair, que supo conducir y sacar adelante el proceso que resolvió un conflicto de siglos en Irlanda del Norte, o al expresidente Clinton, ha tenido una experiencia muy importante en muchos proceso de paz, fue además determinante en las aproximaciones que se presentaron en su momento entre Israel y los palestinos.
El presidente Felipe González es tal vez el exmandatario que más conoce el conflicto interno colombiano. Ha sido testigo —cuando no— protagonistas de muchos ensayos que muchos presidentes en Colombia han hecho para lograr esa paz que ha sido esquiva durante 50 años por eso su autoridad moral, pero su autoridad también por su conocimiento para darle sus luces es muy importante.
La historia nos demuestra que la verdadera paz no se impone por las armas sino que es el fruto de acuerdos, y por eso su aporte hoy es tan importante y revelador para nuestro país.
A todos ustedes les quiero dar las gracias por acompañarnos, sé que todos tienen unas agendas impresionantes, unas agendas muy congestionadas y se han tomado el trabajo de venir aquí hasta Cartagena, les agradezco de corazón.
Algunos hablan de que hoy estamos “relanzando” la Tercera Vía. No, yo creo —basado en la experiencia de mis colegas y en la mía propia— la Tercera Vía no hay que relanzarla porque, de una u otra forma, ha seguido vigente, tal vez hay que calibrarla.
La Tercera Vía no es otra cosa que la sensatez y la decencia en el Gobierno, y es todo lo contrario a los extremismos y radicalismos que solo han producido divisiones, exclusiones y atraso.
Nuestros invitados hoy dan fe de que con sensatez, reformas y buena gestión, ¡todo es posible!
Y nos vienen a decir que aquí en Colombia —espero que así lo ratifiquen— con unidad podemos lograr que Colombia sea un país desarrollado porque vamos a poder lograr la paz y podemos lograr también, Dios mediante, seguir avanzando en el Mundial de Fútbol.
Muchas gracias
ver menos aquí.